20 de noviembre de 2007

 22:05         8 comments
Lo que váis a leer a continuación, no es historia, no es novela y por desgracia, no es ficción. Son hechos reales, vividos por un equipo del Tedax de la Guardia Civil en el año 1.979. Si, es verdad, han pasado muchos años pero cuando leí esto por primera vez, se me quedó grabado y de verdad que no puedo olvidarlo.
Quiero con esto, de alguna manera hacer un pequeño homenaje a todos esos hombres que día a día se juegan la vida desactivando explosivos. Apareció en el Suplemento Domical del DIARIO 16 el 25 de octubre de 1.981, no se si existe o no derechos de autor, de todas las maneras si tiene, pues lo retiro y ya.
Se llamaba Francisco y tenía 29 años. Era uno de los miembros del equipo de desactivación de explosivos que actuaba en el País Vasco en 1.979, le destrozó la bomba nº 586. Hemos reconstruido su historia para acercarnos, a través de sus vivencias a unos hombres anónimos, excepcionales, que tienen que tragarse a diario el sapo del miedo y de la sangre en forma de Goma-2.
Era la madrugada del 13 de enero de 1.979, en la autopista de Behobia-Bilbao, soplaba un viento frío y muy desagradable. Francisco Mota, asentía una sensación de ansiedad en la boca del estómago, a las 05:20, le había despertado el teléfono de su casa. Matilde, su mujer, saltó de la cama para preparar el café, echó una ojeada a la habitación de su hijo, de seis años, afortunadamente, seguía dormido.
Como cada mañana, le avisaban urgentemente del servicio, el matrimonio mantuvo un diálogo absurdo. ¿Por qué tienes que ir tú?, no te corresponde, espera a que localicen al que tiene el turno; pero mujer, que cosas tienes, la rapidez es importante. Han cazado a un Land Rover a las tres y pico de la mañana , hay muertos y seguro que han dejado por allí alguna trampa. Hay que ir y encontrarla antes de que haya más sangre. Podrías decir que estás enfermo, que no te encuentras bien; no te preocupes, San Pedro no me quiere todavía.
Francisco vio como el convoy salta de la autopista para entrar en la carretera comarcal de Azpéitia a Azcóitia, eran las 06:20 de la mañana y aún faltaba bastante rato para el amanecer. Tenía la cabeza despejada, pero el dolor de estómago iba a más; otros sentían un poco de vértigo, como Paco “el montañero”: para mi, cuando vas a quitar una bomba, es como si estuvieras colgado de una pared en plena escalada. Emilio “el paracaidista” confesaba: “yo siento lo mismo que cuando veías la puerta del avión abierta y sabías que en unos segundos saltarías al vacío”.
Francisco trató de distraerse pensando en sus cosas, había salido del colegio internado de la Guardia Civil dispuesto a incorporarse al Cuerpo. Lo suyo era de familia, después de la Academia, fue elegido para el servicio de Información. Pidió el País Vasco para estar más cerca de Matilde, su novia de la infantería, con la que se casaría en Vitoria el 1.970.
Cuando se creó el servicio de desactivación de explosivos, el era ya un experto, había hecho un cursillo en la época más dura, cuando todavía no tenían el material adecuado, ni la organización suficiente para enfrentarse cons las bombas terroristas. Quitaban las bombas a base de valor, fue el período en el que más compañeros habían caído, sobre todo con las ikurriñas, había que retirarlas porque no estaban legalizadas, pero muchas de ellas eran trampas explosivas.
Ya en 1.976, tanto los artificieros de la Policía como lo de la Guardia Civil, se habían organizado de una forma operativa. Llegaron los materiales nuevos, el robot, se impartieron cursillos muy selectivos. Para pertenecer al servicio de desactivación, se impuso como condición presentarse voluntario después de haber servido un mínimo de tres años como Guardia Civil. De los 300 voluntarios que se presentaron, aprobaron alrededor de 30, uno de ellos, era Francisco.
Matilde en su piso de San Sebastián, calculó mentalmente que su marido, estaría ya próximo a la zona del suceso. Se limitó a pasear nerviosa, rezando entre dientes. La esposa de Paco “el montañero”, solía poner una velita a la Virgen del Pilar. La mujer de Emilio “el paracaidista”, encendía una mariposa, esas lamparitas de aceite que esperan parpadeando a los toreros en la habitación del hotel.
La mujer de Francisco, hizo un recuento de las bombas que llevaba desactivadas su marido. En estos últimos cinco años, había apuntado 585 salidas, un record escalofriante que le llenaba a la vez de angustia y de orgullo. Pensó en Francisco, un joven de 29 años y 1.92 de estatura. Un “toro” lleno de vida, pero con la cabeza en su sitio.
Mota vio las luces de los otros coches que habían ocupado un amplio circulo en torno al lugar exacto donde había explotado una bomba al paso de un Land Rover, hacía tres o cuatro horas, los guardias de paisano del Servicio de Información, habían ya recorrido la zona, sin resultado. Otros guardias uniformados cubrían un perímetro de varios centenares de metros.
Francisco noto que su dolor de estómago, había cesado por completo, el no era un héroe, tan solo un profesional que iba a cumplir con un trabajo. Todos los compañeros le habían comentado lo mismo, los nervios se tienen en el camino. En cuanto uno comienza a ponerse el traje protector se convierte en un autómata con nervios de acero, no cabe el error, un fallo es la muerte segura. El instructor se lo había repetido hasta la saciedad “No necesitamos suicidas ni locos”. El valor se demuestra con la eficacia. La eficacia está reñida con el riesgo inútil, perder el miedo, es peligroso. La confianza será vuestro peor enemigo.
Trató de que se apartaran sus compañeros, le daban más miedo los novatos que cualquier otra cosa. ETA, había sofisticado de una forma muy complicada sus trampas. Cambiaban de sistema en cuanto notaban que los servicios de desactivación no tenían víctimas. En un segundo y mientras recorría con la vista el terreno que iluminaba su linterna, pensó en aquella llamada de hacía unos meses. Alguien aviso de que en una zona despoblada se encontraba el chofer de un coche que un comando se había llevado por la mañana a punta de pistola. La Guardia Civil llegó al lugar y se encontró con más señales en los árboles que llevaban a la dirección.
Mota siguió buscando, el instinto le decía que allí había una trampa, pero no conseguían encontrarla. En los últimos días la violencia se había endurecido en la zona. Primero había muerto el Comandante Ayudante del Gobernador Militar de Guipúzcoa. En Pamplona, un Cabo artificiero moría cuando intentaba desactivar un artefacto colocado en una empresa de un militante de Fuerza Nueva. ETA acababa de robar 600 kgrs. de goma-2, la revista “La Gaceta Ilustrada”, publicaba unas fotografías de un comando de ETA, entrenándose en el sur de Francia. En Madrid, hacía pocos días que habían asesinado al Gobernador Militar, el General de División Constantino Ortiz. Un Guardia Civil y su novia, habían sido ametrallados en Beasín, el día 9 de enero, muere en Madrid el Magistrado Miguel Cruz, Presidente de la sala sexta del Tribunal Supremo.
Francisco oyó a su compañero Miguel, el chofer que le decía a su lado “mira, aquí hay una pila”, Francisco chilló en un segundo con toda la fuerza de sus pulmones; “no la cojas”, pero era demasiado tarde. La bomba 586 resonó en el fondo de su cerebro. Miguel estaba muerto, el sentía su propia sangre correr entre sus piernas, en aquel momento, no sabía que su pierna izquierda estaba a unos cuantos metros. Tenía un ojo colgado y su otra pierna en el pecho, le habían producido dos enormes boquetes, no perdió el conocimiento inexplicablemente, sobrevivió, dos días.
Matilde en su casa, se revolvía inquieta, su marido tenía que haberla llamado ya, siempre lo hacía. Si la bomba era sencilla la llamaba en media hora, si la bomba era complicada solía tardar una hora, casi nunca más. A las 9 de la mañana, Francisco todavía no había llamado.
Sintió el timbre de la puerta y se quedó paralizada: ¿Quién? Preguntó: ¿compañeros?. No pude gritar, ni llorar, me llevaron en volandas hasta la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aranzazu. Oí que alguien decía en la puerta, por lo bajo “aquí no nos gusta atender a txakurras (perros en euskera), eso me heló el corazón. Luego supe que era una práctica normal, a mi marido lo tuvieron unas horas en la UVI, me contaron que un oficial de la Guardia Civil, sacó la pistola y se la puso en el cuello al Jefe de Servicio para que lo bajaran rápido al quirófano. En el mejor de los casos se hubiera quedado desfigurado y sin piernas, “Dios se lo llevó en dos días.
Los compañeros de Mota, siguen trabajando en uno de los oficios más duros del mundo. Son los “Revienta Bombas” unos hombres orgullosos, de la insignia con la calavera que les distingue y que ha conseguido después de muchos esfuerzos. Cien hombres además de los veinte o veinticinco que saldrán después de superar el último cursillo. Que cobran lo mismo que los demás, salvo un mínimo plus, hombres de nervios templados que estudian después de cada accidente donde pudo estar el fallo que llevo por delante al compañero. Hombres que deben aguantar la presión psicológica de su familia: “di que estas enfermo” y que saben que solo recibirán la medalla del valor, después de muertos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo lo que dices es verdad,se merecen toda nuestra gratitud por todo lo que hacen a expensas de exponer su vida para evitar males mayores.

Lara dijo...

"Vivir en peligro constantemente" creo que es la frase que mejor lo define.
Besos.

Anónimo dijo...

En mi tierra decimos amor al arte,devoción al travajo,se lo aplico a está gente.
No valoramos su travajo estan en segundo plano,pasan desapercibidos.
Y digo qué gente como estas que no falten. Me gusto mucho esto pepe
muchas gracias,cada dia nos pones cosas más interesantes.
mari

Anónimo dijo...

Impresionante y conmovedora historia, donde se refleja la cruda y triste realidad de unos hombres que dan la vida por los demás.

Unknown dijo...

Cada vez que escuchamos en las noticias que han desactivado una bomba nos alegramos porque no ha habido víctimas pero creo que muy pocos son los que piensan que han habido otras personas que han arriesgado su vida para que el resto nos sentamos protegidos.

Un saludo

Manuela Fernández dijo...

No hay dinero que pague a esos hombres de forma justa. Siempre se merecerán más.

Mariaisabel dijo...

Pepe, estoy de acuerdo con todo lo que aquí se ha comentado. La mayoría de veces, la gente no sabe la tensión psicológica tan grande que sufren estas personas, pero peor aún sus esposas e hijos. Sé de niños, hijos de guardia civiles que lo han pasado muy mal y esa lacra les quedará toda su vida, entonces...¿Quien les devuelve su niñez?
Es muy duro amigos, muy duro.
Un abrazo

ElRinconDelTaradete dijo...

De todas formas si ves a un Tedax corriendo calle arriba,mejor imitalo y sal pitando.Un poco de humor no va mal.Un saludo!

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