5 de noviembre de 2010

De un tiempo a esta parte, no recuerdo cuanto tiempo y cada vez más, nos vamos acostumbrando a vivir encerrados en nosotros mismos, no ver más allá de un palmo de nuestras narices. A no tener otra vista que la que vemos a través de las ventanas, con una visión escasa de lo que nos podíamos encontrar en el exterior. Va a llegar el tiempo, que nuestro trozo se quedará muy pequeño, infinitamente pequeño de tanto verlo, pero nos dará igual, nos olvidaremos de mirar por la ventana.

Hay épocas en las que salimos de noche y regresamos de noche, con las cortinas cerradas, nos acostumbramos a dejar de ver la luz exterior y yendo más allá, quizás nos olvidemos completamente, que existe un sol y como no, que hay una vida fuera de nuestra habitación, de nuestra casa y nos estamos empezando a olvidar de vivirla. Todo es más que lo nuestro, todo es más, que de lo de los demás, no nos encerremos.

Nada más levantarnos, ya tenemos prisa, sobresaltados con ese despertador, corriendo casi sin tiempo de tomarnos un café, no tenemos tiempo de preparar nuestra comida, la de siempre, la buena la que hacemos al mediodía, sin comentarios. En el trabajo, estamos agobiados, con prisas, sin tiempo para nada y algunas veces malhumorados. Finalmente al finalizar la jornada, más de lo mismo, casa, cena rápida y otra vez la misma rutina, o sea, somos más que máquinas. En términos generales, nos estamos hasta olvidando de vivir.

Hemos perdido la sonrisa, nos hemos acostumbrado a ir por la calle sin que nadie nos vea, porque nosotros tampoco vemos a los demás. Al estar inmersos en una sociedad de consumo y con el trabajo, no nos da para nada, pues trabajamos más, así que la semana, es como si fuese un mes, entre la hipoteca, la familia, el hogar….. la bola cada vez se nos hace más grande, habrá que tener cuidado que no nos aplaste. Cuando llega el fin de semana, el tiempo de descanso, lo dedicamos solamente a eso, descansar, descuidando de alguna manera, nuestras obligaciones familiares, con el consiguiente problema añadido de esposa, hijos, suegra…..

Ni que decir tiene el cambio que le damos a nuestro carácter, nuestro estado de ánimo la mayoría de las veces, ni nos le encontramos, puede que esté en algún sitio, pero nada. Con todos estos desaguisados, las relaciones de amistad, compañerismo, camaradería y otra serie de valores, se desvirtúan, con el consiguiente deterioro de las mismas.

Creo que nos estamos acostumbrando a dejar de vivir nuestra vida, a no consumirla como se debiera, a no disfrutar de ella y entonces lo que estamos haciendo, es perdiéndola poco a poco, casi sin darnos cuenta la estamos gastando, inconscientemente, lo que estamos haciendo es dejar de vivirla. Aunque pensándolo bien, todavía estamos a tiempo, soñemos, echemos a volar nuestra imaginación, sin tapujos, sin tabúes, sin el qué dirán y sintámonos de alguna manera preparados para poder volar.

Alguien dijo (no recuerdo quién). La muerte está tan segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja, ¿porque no la vivimos?

No sirve lamentarse, nada es fácil ni nadie regala nada, nuestra vida es esta, lo que tenemos y a pesar de todos los avatares que se nos presenten, tenemos que encontrar ese espacio, para poder compartir esa sonrisa con todos los que nos quieren y de alguna manera no defraudarlos. Tengamos el deseo de aprovechar nuestro tiempo libre todo lo que podamos, sin sobresaltos, haciendo lo que nos gusta y claro está, tenemos que hacer lo que es más importante y eso es vivir.


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